26 jun 2010

Reencuentro

De pronto el móvil comenzó a bibrar sobre la mesa. Antes de que pudiera contestar a la llamada, ella ya había colgado. Salió corriendo de la casa para buscarla. Quizá había llegado ya.

Pero no había nadie. Sus ojos no captaban la silueta de su chica. Rendido, se dio la vuelta girando sobre sus talones para volver a entrar en la casa y seguir esperando el momento. Pero entonces allí estaba ella, apoyada contra la pared de su hogar. Una sonrisa se dibujó poco a poco en la cara de la muchacha. Ninguno de los dos dio ningún paso, ninguno respiró, ninguno habló. Un largo cruce de miradas tuvo lugar. Miradas que hacía siglos que no se encontraban, que no hablaban, que no se unían. Entonces él recorrió los pocos metros que lo separaban de ella para abrazarla lo más fuerte que pudo. Después de mucho tiempo podía volver a sentir su esencia, su tacto, su voz.

-Te he echado tanto de menos -le susurró ella al oído.

El chico dejó de hundir su rostro en el cabello de la muchacha para mirarla. Le acarició suavemente la mejilla mientras sus ojos volvían a encontrarse con la mirada que ya creía perdida. No necesitaba palabras ni lágrimas. Ella ya lo sabía todo. Ambos lo sabían.

Con un suave beso selló aquel reencuentro que tantas noches había soñado vivir.

19 jun 2010

Otro lugar más

No,  no llueve. No, tampoco está nublado. Tampoco hace un sol abrasador. No es un bonito paisaje de verano o primavera. Tampoco es una nevada partícula del hnvierno. No es más que otro día normal envuelto por el común aroma de las montañas. Un sol apagado ilumina el lugar. No es un gran lugar. Tampoco es famoso ni tiene muchos monumentos. Es otro pueblo. Uno más. Es otro día. Uno más del montón. No, no quiere decir que no me guste. No me desagrada. Me encanta. Tú no estás aquí. Tampoco lo estoy yo. No está nadie. Ni siquiera el susurro del viento permanece. Pero sé que estarás. Y sé que estaré. Como siempre. Como cada año, día, minuto, segundo. Como cada evanescente existencia que ronda por allí.

Un día normal, un pueblo común. Nada sale mal. Nada sale bien. Todo tiene sentido. Todo carece de ignorancia. Pero faltan días, veranos, inviernos, segundos, personas, suspiros, sonidos, lluvias. Falta mucho, muchísimo, para que algo tan normal pase a ser una fantasía palpable con nuestras almas. Quizá no lo sea nunca. Puede que no lo intente. Probablemente lo haga. Grita. Llora. Canta. Que tu voz llegue hasta allí. No dejes que caiga en el olvido. Recuerda esos días normales. No olvides qué te llevó hasta allí. Guarda el recuerdo en un cajón. El que tienes al lado de la cama, en el dormitorio. Imprime en esas páginas cada rincón del lugar. No permitas que cambie.    

8 jun 2010

Don't

You must don't die for me, don't live for me. Don't cry for me, don't smile for me. Don't exist for me, don't disappear for me. Don't stay away from me, don't stay near to me. Don't belong to me. Don't wait for me. Don't think about me. Don't believe me. Don't talk to me. Don't forget me. Don't dream about me. Don't trust anything I said.

6 jun 2010

Perdiendo a Romeo

No recordaba nada desde aquel lluvioso mediodía de febrero. Ahora, se sentía como la desesperada Julieta que había perdido a su Romeo sin saber cómo recuperarle, aunque no sabía si realmente quería traerlo de vuelta.

Cuando se despertó a las tres del mediodía se sentía muy mareada y fue a vomitar al baño. Le costó bastante encontrarlo. Se lavó la cara y comenzó a pensar. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no recordaba nada de lo que había hecho? Su mente estaba vacía de recuerdos. Desesperada, buscó por la casa cualquier indicio que le permitiera recordar quién era, qué había hecho en su vida y el porqué de su existencia. Encontró su cartera con el DNI sobre una mesa que había en el comedor; se llamaba Juliette y había nacido en Nueva York. Descubrió entonces que debía encontrarse en su ciudad natal en esos momentos, y no se le ocurrió otra cosa que salir a la calle, aún sabiendo que se iba a perder, para tratar de encontrar cualquier persona o lugar que le devolviera sus recuerdos.

Tras atravesar el jardín que daba la bienvenida a la casa, se encontró con una enorme avenida no muy llena de gente. Aún así, un par de adolescentes ataviadas con capas hasta las rodillas pero que dejaban entrever largos vestidos de volantes, comenzaron a chillar y corrieron hacia donde ella se encontraba sin que tuviera tiempo de reaccionar. El chico que las acompañaba, vestido con ropa ancha y un estilo muy diferente al de las otras desconocidas, sacó una cámara de fotos profesional y les tomó una. Las chicas le dieron las gracias mil veces y se alejaron al poco rato. Juliette no entendía nada. ¿Quería decir eso que era famosa? Pero el resto de personas que deambulaban por la avenida no parecían reconocerla.

Al ver que el dolor de cabeza no cesaba, decidió que la mejor opción era acudir al hospital más cercano. Como no tenía ni idea de dónde había uno, entró en una pequeña agencia de viajes que había al final de la calle y robó una guía turística mientras la secretaria de la entrada estaba distraída. Al llegar al centro sanitario la atendieron rápidamente y le hicieron una prueba de sangre y un par de radiografías.

-Hemos encontrado restos de cocaína en su sangre, cosa que pudo causarle la pérdida de conocimiento de la que padecía antes de despertar –le informó el doctor-. Además, tiene una fuerte contusión en el cráneo que le debió causar la pérdida de su memoria. Lo mejor será que se quede aquí esta noche mientras nosotros tratamos de localizar algún amigo o familiar suyo.

Dicho esto, se retiró y ella intentó conciliar el sueño. Pero a las ocho de la noche la puerta de la habitación se abrió, dejando paso a una mujer pelirroja de unos veinte años que iba acompañada de una enfermera.

-Señorita Juliette, hemos localizado a su compañera de piso. Las dejo solas –dijo la auxiliar.

Salió de la sala y ambas se miraron. Le sonaba la cara de la recién llegada, su nombre debía comenzar por D…

-Hola, Juliette, ¿cómo te encuentras? –preguntó la joven después de sentarse en la silla que estaba situada al lado de la camilla-. Soy Dafne, tu mejor amiga desde la infancia. Ahora que estás aquí y no recuerdas nada, debo explicarte tu historia para tratar de hacerte recordar algo. Tu vida nunca fue desastrosa, pero hace un año comenzaron los problemas. Hace tres años formaste un grupo de metal sinfónico con cuatro compañeros de la universidad, y en un año ya habíais conseguido un contrato discográfico con una prestigiosa compañía. De este modo, os hicisteis muy famosos entre el minoritario grupo de gente a la que le gusta ese tipo de música. Pero, lamentablemente, llegó un momento en el que tu papel como compositora y guitarra principal se te subió a la cabeza y terminaste como suelen hacerlo muchos artistas: drogándote. Al principio eran un par de rayas al mes para desconectar un poco, pero vuestro bajista, Ronnie, murió por sobredosis uno de esos días. Entonces las cosas fueron de mal en peor. Decidisteis continuar con la banda, pero tras componer el último tema los miembros restantes comenzaron proyectos paralelos con otros grupos. A las tres semanas de la muerte de Ronnie, tu hermano menor murió de un infarto, dejando tu vida definitivamente por los suelos. Dejaste de lado el grupo y te pasabas los días en casa drogándote cada vez más y más. Intenté impedir que te hicieras más daño, pero parecía imposible; ya no eras la misma –hizo una pequeña pausa y, después de tomar un sorbo de agua, continuó-. Esta tarde, cuando he vuelto a casa, me he asustado muchísimo al ver que no estabas. Llamé a la policía y me dijeron que estabas aquí.

Terminó con la explicación y Juliette se quedó callada, pensando. Si lo que Dafne decía era cierto, eso explicaba muchas cosas.

-Supongo que hoy, después de hacer lo mismo de siempre, te mareaste y te diste en la cabeza con el mueble de la cocina –añadió la pelirroja.

Juliette continuó en silencio, puesto que no sabía qué decir o cómo reaccionar.

-Escúchame, Juliette –dijo entonces Dafne, sacándola de su trance y con un tono más serio que el anterior-. No le des más vueltas a esto. Ahora tienes la oportunidad de emprender un nuevo camino, comenzar una nueva vida y dejar atrás los errores del pasado. Dispones de la oportunidad de volver a vivirlo todo; repetir tu primera canción, tu primer paseo, tu primer beso, tu primer cumpleaños… Reescribe tu historia, Juliette, para poder ser feliz.

-Pero… -habló por fin la desmemoriada-, ¿qué hay de mi familia? ¿Y el resto de mis amigos?

-Los perdiste a todos por el camino. ¿Entiendes ahora por qué te digo que tomes esto como una oportunidad y uno una desdicha?

-Sí, pero entonces, ¿qué debo hacer ahora?

-Yo estaré a tu lado, como siempre. Cuando te recuperes volveremos a casa e intentaremos comenzar de nuevo.

Su amiga le tomó la mano delicadamente y ella se relajó. Ahora que recordaba una pequeña parte de sus memorias, sabía qué debía hacer. Gracias a aquel desastroso incidente tenía la oportunidad de rectificar, de ser otra persona. Sentía que, en el pasado que había perdido, había sido la Julieta de Shakespeare. Una chica que, al perder lo único que tenía y lo que más quería, su Romeo, su vida, había decidido borrarlo todo inconscientemente con algo parecido al veneno y la muerte. Entonces, sólo debía buscar un nuevo Romeo, uno mejor. Una nueva vida.

3 jun 2010

Goma indomable

Porque nunca se terminaría, ¿verdad? La historia se repetiría cientos de veces hasta que alguno partiera hacia otro mundo o dimensión. Tan difícil alejarse, tan fácil acercarse; era como una fuerte goma elástica. Una de aquellas gomas que nunca se rompen aunque lo estés deseando porque ya te estás hartando de ella. Demasiado fuerte para romperse, demasiado elástica como para darla de sí, demasiado pura como para domarla.

Con unas buenas tijeras intentará cortar los elásticos hilos que unen el resto de fibras. Pero, a veces, destrozar algo no es tan sencillo como parece. Sobretodo si no quieres destruirlo.